Así las mujeres nos apoderamos de la LENCERÍA

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A lo largo de la historia a las mujeres se nos ha impuesto el uso de determinadas prendas para mostrarnos sumisas, inferiores y satisfacer los deseos de otras personas. Nosotras siempre encontramos la forma innovadora de expresarnos y hacer nuestro propio imperio con las piedras que nos lanzan. 

 

Ejemplo de ello es la radical historia del turbante:

La ley del Negro de 1735 en USA. Estipulaba el tipo de ropa que se le permitía a las personas negras usar. Prohibiendo cualquier cosa más extravagante que “tela negra, lona, jerséis, ropa azul, ropa de cuadros, ropa gruesa, algodones o tela escocesa”.


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Además “Decreto de buen gobierno” en el mismo país, exigía a las mujeres negras usar “el pelo atado con un pañuelo”. Se les impidió usar las mismas “joyas o plumas” que las mujeres de ascendencia europea con el fin de ocultar su belleza y hacerlas menos atractivas.

 

Todos los esfuerzos por minimizar la belleza de las mujeres afrodescendientes fueron fallidos y hoy el turbante es una célebre expresión de estilo e identidad. 

Así mismo la lencería se encuentra ligada, no solo a tendencias de épocas, sino a rebeliones de mujeres y a la fuerza de algunos íconos como Madonna, los cuales abrieron el camino a otras mujeres. 

A finales del siglo XIX la lencería femenina adquiere una connotación sensual con la aparición de las primeras medias de seda y los ligueros. Su uso quedó reservado exclusivamente para la intimidad de los dormitorios y para las mal llamadas “mujeres de mala vida”. 

Las mujeres casadas debían mostrarse con estas prendas solo para complacer la vista y los deseos de sus esposos. Mientras que las mujeres solteras lo hacían para atraer a los hombres.

 

Hoy nos liberamos de esas etiquetas y nos adueñamos de esas prendas.  

Hoy somos nosotras las que decidimos qué usar, qué sentir y a quien seducir.  

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